MAMÁ
Eres un gusano de seda con caparazón de cristal. Tus sentimientos son hilos que vas tejiendo por las esquinas, creyendo que nadie es capaz de ver la transparencia que se refleja en tu mirada. ¡Y ya puedes decir dires y diretes! que tus ojos son un diario sin candado y sin fondo, que tus manos me hacen perderme en tus latidos, que tus abrazos son el lugar más seguro al que yo he podido atarme.
Somos vida de tu vida, una prolongación más de tu ser interno, tu persona en diferido, trocitos de tu carne que han crecido más que tu.
En tu cabeza, a menudo, se columpian mil te quieros sin respuesta, mil vivencias encalladas, mil sueños escondidos tras una telaraña de ilusiones enteladas.
Y escribiendo esto se me mezclan las letras con las lágrimas, que así me salen más saladas las palabras, y voy caminando con las letras a tropezones entre risas, que me han ido acompañado veinticuatro años colgada como una trapecista de tu cordón umbilical.
Que sin ti, yo no sería, no amaría, no lloraría, no reiría, no viviría.
Y de vez en cuando nos seguimos chocando con las piedras que nos ponen en el río, y las saltamos como niñas. Porque me enseñaste una vez, aunque tú no lo sepas, que podíamos jugar a la comba con los sentimientos y en ocasiones todavía me cuesta saltar al pasar la barca y el barquero solo quiere la propina. Pero sabes mamá, no me importa tropezarme e ir sin remos, porque no hay mejor lugar para navegar que en el río de tu vida, que es la mía.

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